Marco Aurelio.
17-03-2010
El próximo 24 de marzo se cumplen treinta años del vil asesinato mientras estaba celebrando la eucaristía de Monseñor Óscar Arnulfo Romero, entonces arzobispo de San Salvador. Un escuadrón de la muerte segó cobarde y vilmente su vida.
Amado y venerado por su pueblo, se involucró en la terrible tragedia que asoló a El Salvador en los años previos a la guerra civil que asoló el país de 1980 a 1992, consecuencia de la situación de terrible desigualdad en el país, y de la guerra fría entre Estados Unidos y la URSS que en lugares como El Salvador y Guatemala se convertía en sanguinarias y extremadamente crueles guerras internas.
El día antes de su muerte pronunció un sermón que tal vez fue la causa de su muerte, y que incluyo como un homenaje desde Nuestro Mundo y sus desafíos.
Yo quisiera hacer un llamamiento de manera especial a los hombres del ejercito y en concreto a las bases de la Guardia Nacional, de la policía, de los cuarteles: hermanos, son de nuestro mismo pueblo, matan a sus mismos hermanos campesinos y ante una orden de matar que da; un hombre debe prevalecer la Ley de Dios que dice "No matar". Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la Ley de Dios. Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla.
Ya es tiempo de que recuperen su conciencia y que obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado.
La iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación.
Queremos que el gobierno tome en serio que e nada sirven las reformas si van teñidas con tanta sangre. En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios; ¡Cese la represión! ...
Óscar Arnulfo Romero está en proceso de beatificación. La Congregación para la Doctrina de la Fe (en ese entonces dirigida por el cardenal alemán Joseph Ratzinger, actual Papa Benedicto XVI) analizó concienzudamente los escritos y homilías de monseñor Romero y concluyó en el 2005 que.”Monseñor Romero no era un obispo revolucionario, sino un hombre de la Iglesia, del Evangelio y de los pobres”.
Según la Iglesia Anglicana –nada sospechosa de comunista por cierto-, es uno de los diez mártires del siglo XX, y tiene dedicada una estatua en la abadía de Westminster en Londres, sede de la Iglesia Anglicana.
Monseñor Romero es el tercero por la izquierda. Quisiera quedarme con una de las frases del día anterior a su muerte, que muestra un aspecto que en muchos casos le ha supuesto a la Iglesia Católica la persecución de las dictaduras y represores de uno y otro signo, “La iglesia, defensora de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada”.
Todos aquellos que crean en la persona y en la dignidad del individuo deben respetar y admirar a Monseñor Óscar Arnulfo Romero, y darse cuenta que en el Mundo de hoy y en la Latinoamérica de hoy hay todavía que seguir luchando contra los regímenes para los que la dignidad humana, el individuo y las personas no existe frente al poder del estado, y en los que sólo opinar y discrepar se considera como una traición, y la consecuencia es la persecución y la cárcel.
Posiblemente el mejor calificativo que pueda tener es el que le dedicó Rubén Blades en El Padre Antonio y el monaguillo Andrés; Monseñor Óscar Arnulfo Romero era un “cura bueno”.
Valga este artículo de homenaje a todas las personas inocentes que fallecieron, a manos de unos u otros, en los conflictos de aquella terrible década en El Salvador y en Guatemala.
El Padre Antonio y el monaguillo Andrés. Rubén Blades. En el video aparecen imágenes de su entierro.
http://www.youtube.com/watch?v=TvL_CQFuZdg&feature=player_embedded
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